SOLSTICIO DE INVIERNO. LA PUERTA DE LA VIDA

 

 

SOLSTICIO DE INVIERNO. LA PUERTA DE LA VIDA

 

 La palabra solsticio es que está formada por dos palabras de origen latino: sol (sol) y sistere (permanecer quieto).

 El solsticio de invierno es, desde el punto de vista astronómico, el momento en que la aparente posición del sol con respecto al planeta Tierra se halla en lo que se denomina “mayor distancia angular negativa” en la línea ecuatorial del firmamento. Si observamos el calendario, este momento se realiza durante unos días concretos: entre el 20 y el 23 de diciembre en el hemisferio norte. Se podría decir entonces que estamos en el día de menos duración del año. Eso significa que la noche es, por tanto, la más larga del año.

 Durante el solsticio de invierno el Sol se sitúa en una posición mínima en el cielo al mediodía. Es lo que llamamos su menor declinación en el cénit a la hora del mediodía y que dura unos tres días seguidos. A partir de ese momento empieza un ascenso poco a poco más creciente y de forma gradual. Si observamos el cénit del mediodía seis meses más tarde veremos que está en lo más alto. Entonces lo llamamos solsticio de verano.

 Desde el aspecto astrológico nos hallamos en un momento también muy concreto y es que el sol se encuentra en la línea divisoria de uno de los dos trópicos, en Cáncer o en Capricornio. En el Trópico de Cáncer del 20 al 23 de junio y en el Trópico de Capricornio del 20 al 23 de diciembre.

 La importancia de este conocimiento astronómico era vital desde el período neolítico pues el ser humano debía conocer el paso de las estaciones a fin de obtener éxito en sus cosechas y recolecciones, y también guiase a través de ellos para anticiparse a los flujos migratorios de las grandes manadas de animales. Saber en qué momento se producía el solsticio era una cuestión simplemente de supervivencia.

 Por esa razón, desde tiempos lejanos en la historia de la Humanidad, los solsticios se han convertido en un misterio que ha suscitado una efeméride de importancia en numerosas culturas. Se reconoce una cuarentena de fiestas vinculadas con los solsticios en todo tipo de civilizaciones y períodos históricos diferentes, desde los mayas o incas, hasta las céticas o babilónicas.  El fuego era un elemento común en todas ellas, pues representaba la luz frente a la oscuridad.

 No sólo eran actos religiosos o sociales vinculados a los solsticios. De hecho, el solsticio de invierno marcaba claramente la arquitectura de muchas civilizaciones: Stonhenge o Newgrange de Irlanda, Machu Pichu o Chichen Itzá en América. Muchos primeros núcleos urbanos primigenios alienaban calles, edificios y plazas con este propósito.

 

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